Sinfonía de fuerza, voluntad y belleza
Si Alemania es una sinfonía, Berlín es su adagio más admirable. Es una ciudad profundamente bella, antigua y a la vez nueva; lo primero que resalta es su fuerza, poder y esteticidad, para luego deslumbrarnos con sus conmovedores semblantes, que oscilan entre esa potencia y su más poética vulnerabilidad humana, siempre altiva y orgullosa. No es para menos, Alemania consolidó su identidad en medio de una teatralidad que le dio a su discurso una fuerza inusitada y una grandilocuencia sin precedentes.
No podemos referirnos a Berlín de manera aislada sin hablar de cómo se configuró la identidad de toda la nación germana. Hoy en día cuesta trabajo creer que, hasta hace no mucho, el gran país de primer mundo que es Alemania el día de hoy, fuera un territorio sometido por la guerra, los conflictos geopolíticos y por sus propios y más infames errores históricos.
Hagamos un paréntesis ahora porque nuestro repaso histórico será muy breve, sólo para comprender lo que ocurrió en la tierra que estamos visitando en esta ocasión, que viajamos con un viento a favor de una de las cunas más importantes del arte y la cultura universal. No vamos a concentrarnos en los villanos que azotaron a Berlín, sino precisamente en su poder para levantarse y así entender por qué nos maravilla la presente metrópolis.
Sin embargo, necesitamos comprender cómo el pueblo alemán cayó en una desgracia de la que Berlín se levantó con tanta gracia; deslumbrarnos plenamente con esta capital del mundo y uno de los epicentros más hermosos y dignos del espíritu humano. Comprendamos pues cómo el delirio marcó el destino de los alemanes gracias a una ideología que nació en medio de un discurso tan bien ejecutado, donde la propaganda probaría su poder y la humanidad quedaría advertida por siempre.
Las obras de Richard Wagner son perfectos ejemplos de lo que el mismo compositor germano denominó Gesamtkunstwerk (concepto entendido como “obra de arte total”) y que funge como precedente y banda sonora de una serie de eventos que, en combinación con estrellas de la propaganda como Joseph Goebbles y delirantes líderes sociópatas maestros de la persuasión como Hitler, germinarían en el más megalómano y cruel nacionalismo jamás conocido, no obstante la nobleza del espíritu de su pueblo,más esmerado en valores de humanidad y del que Berlín está repleto.
Hoy en día tal vez sorprenda encontrar en Berlín un tono pacifista, incluso bohemio, aunque completamente cosmopolita. La población de Berlín es muy amplia; claro que predominan los alemanes, pero también podremos encontrar artistas de todas las disciplinas y nacionalidades, así como grandes talentos del mundo, incluyendo celebridades holywoodenses, caminando con toda calma por sus calles.
La población de raíz completamente Berliner, destaca por su fuerza y voluntad, así como su educación y apertura mental. Se trata de un pueblo que, desde antes de ser fundado como tal, lograra imposibles y se defendiera con ejemplar valor ante el avance de Roma y de Napoleón.
Así lo relata el mito fundacional de Alemania, que más que un mito, podría tratarse de una verdad constatada por varios historiadores que quizá entrarían más en un género literario, pero que, aunados a la legendaria piedra funeraria que constata el hecho y cuya inscripción refiere la batalla de Varus (la cual detuviera el avance del Imperio Romano) y al caudillo Arminius –mejor conocido como Hermann-, atestigua la grandeza de los pobladores del Rin y sus alrededores.
Esta fortaleza mítica acompañaría al pueblo alemán no sólo para detener el avance de Roma, sino del mismo Napoleón, esto ya mejor constatado documentalmente. En 2009 se celebró el 2,000 aniversario de la Batalla de Hermann -como se le conoce-, a través de una serie de exposiciones por toda Alemania y la propia Berlín, coincidiendo con otras conmemoraciones como los 60 años de la fundación de la República Federal de Alemania y de la extinta RDA, así como 20 años de la reunificación del país.
Tal vez Berlín no siempre fue la capital oficial de Alemania, pero siempre ha sido su corazón, su más humano rostro, así como su fortaleza y debilidad al mismo tiempo. Es por ello que viajar a Berlín es reconciliarse con la historia, es encontrar el mejor escenario de paz en donde alguna vez reinó el conflicto y la desesperación, además de maravillarnos con el sin número de opciones para el disfrute y la celebración de la vida.