Navegando desde Saint-Tropez hacia Mónaco, el mar Mediterráneo se hunde entre las rocas de los Alpes para formar los hermosos golfos donde brillan las ciudades que invitan a disfrutar de la vida intensa de la Costa Azul. Buen comer, sol, vino y extraños encuentros: es el paraíso de las mejores fiestas. 

Érase una vez unmaravilloso palacio, templo de les années folles (los años locos), que destacaba por su hermosa fachada Art Déco, hoy considerada como un monumento histórico.

Fun­da­da ha­ce 36 años co­mo par­te del im­pul­so tu­rís­ti­co de Fo­na­tur, Can­cún cuen­ta con in­fraes­truc­tu­ra y co­mo­di­da­des pre­pa­ra­das pa­ra ser un gran des­ti­no tu­rís­ti­co. Pla­yas de are­na blan­ca, ti­bias aguas cris­ta­li­nas, ro­mán­ti­cas no­ches ca­ri­be­ñas, golf, tien­das de las mar­cas más pres­ti­gia­das del mun­do, pes­ca de­por­ti­va, ho­te­les de cla­se mun­dial, res­tau­ran­tes y vi­da noc­tur­na.

Cuen­ta la le­yen­da que Fran­cis­co Her­nán­dez de Cór­do­va la bau­ti­zó así en el año 1517, cuan­do de­sem­bar­có por pri­me­ra vez. Se nombró “Is­la Mu­je­res” en ho­nor al tem­plo ma­ya con es­ta­tuas de­di­ca­das a Ix­chel, dio­sa del amor y la fer­ti­li­dad, ubi­ca­do en el pun­to sur de la is­la.

In­ter­nar­se en tie­rra fir­me des­pués de na­ve­gar por las trans­pa­ren­tes aguas del Ca­ri­be tie­ne puer­to se­gu­ro en Pa­raí­so La Bo­ni­ta. Acu­na­do en­tre fi­na are­na blan­ca de la ba­hía de Pe­tem­pich, Can­cún, es­te re­fu­gio aca­ri­cia los sen­ti­dos de sus hués­pe­des.